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21 décembre 2009

Café amargo para Colombia

 

Por Libardo Gómez Sánchez
Diario del Huila</U>
. Neiva, Colombia, 21 de diciembre de 2009.

Un hábito muy colombiano es tomar una buena taza de tinto en la mañana tan pronto se inicia la jornada. A pesar de que un poco más de medio millón de familias se dedican al cultivo de la rubiácea muchos compatriotas desconocen todas las afugias que viven los caficultores por cuenta de la liberalización mundial del comercio del grano, pues se les conoció en el pasado junto a los ganaderos como los ricos del campo.

Una empinada ladera del corregimiento de Criollo, municipio de Pitalito en los cautivadores rincones del sur del Huila, nos conduce al Mirador como bautizaron la parcela sus propietarios Alirio y Ernestina y desde donde la panorámica del valle de Laboyos es una fantasía. Junto a su familia forman parte de ese contingente de productores de café que sufren los costos crecientes de los abonos y los agroquímicos y las variaciones de los precios que no compensan sus desvelos.

Bulto de Producción por encima de $100.000 y fungicidas a $170.000 impidieron abonar bien y controlar la roya del cafeto con lo que las plantas sufrieron suficiente como para no cargar de cerezas rojas los arbustos.

Como en la práctica no hubo cosecha y se avecinan los vencimientos de los créditos bancarios la situación se pone a mordiscos, como coloquialmente expresan los agricultores en las malas épocas.

Los cafeteros toda la vida han contribuido con una parte de su ingreso al sostenimiento del Fondo Nacional del Café que administra la Federación de Cafeteros, recursos que deberían garantizar la sostenibilidad y prosperidad del cultivo, sin embargo su acción es tan ajena a las necesidades del sector que los resultados son catastróficos.

A pesar de las optimistas declaraciones del gobierno, los retrocesos en la producción agropecuaria son tan descomunales que el café, el cultivo insignia del país, redujo su cosecha a poco mas de 8 millones de sacos cuando en su mejor época -1991 a 1993- llegó a producir 16 millones ; frente a tal fracaso la Federación anuncia con bombos y platillos apoyos para la renovación de los cafetales y entre ellos subsidio del 50% para la compra de abonos ; cualquier desprevenido no podría menos que expresar su satisfacción por tamaña ayuda, pero Alirio que sabe de lo que le están hablando, con una amarga expresión en su cara, aclara : es únicamente sobre el 10% del cálculo de la producción de cada cafetero que hace el comité de acuerdo al censo del sistema de información cafetera (SICA), en plata blanca, al que le va bien le subsidian el 5% del total del abono que requiere para mejorar la próxima cosecha.

El precio interno de la carga de café está en $650.000 y ha estado en niveles mayores, pero es un precio de ficción porque los cafeteros no tienen producción para lograrlo. Hace veinte años, antes del rompimiento del Pacto Internacional del café que garantizaba un mercado y precio remunerativo, con el producto de la venta de una carga de 125 Kg., se podía comprar más de 200 galones de ACPM, hoy alcanza para 100 ; pagaba casi dos salarios mínimos, hoy un poco más de uno ; es decir, que el ingreso a la fecha es muy inferior en su capacidad de compra al de hace dos décadas, lo que explica el empobrecimiento de los caficultores. Ya la cosecha no trae la alegría y el bullicio de otros tiempos. Recuperarlos depende del rumbo que tome la política agraria, pero mientras reine el criterio del libre comercio - los TLC- lo que tomaremos será café africano o asiático con arepa de maíz gringo, si es que tenemos con que comprarlo.

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