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28 octobre 2007

A paso redoblado sigue la desaparición de la " burguesía nacional " argentina.

par José Castillo

 

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En la Argentina post-convertibilidad el crecimiento económico permite hacer buenos negocios. Sin embargo el empresariado argentino sigue desprendiéndose de sus compañías. El avance de la extranjerización abre serias dudas sobre nuestro desarrollo futuro.

Durante décadas se discutió en nuestro país y en Latinoamérica que un proyecto de desarrollo requería de la existencia de una supuesta " burguesía nacional ". Se entendía por tal un grupo expandido de empresas locales funcionales al crecimiento de un mercado interno y, eventualmente, al éxito exportador de sus productos. Ríos de tinta corrieron sobre la existencia y conductas de este sector social. En nuestro país, sin meternos en consideraciones historiográficas sobre su rol durante el siglo XX, se " saldó " el debate con un hecho irrefutable : si esa burguesía había existido, y si en algún discutible momento había jugado un papel favorable hacia el crecimiento de un mercado, todo eso había concluido. Cientos de miles de pequeñas y medianas empresas, el corazón de la industria local, fue quebrando al calor primero de la desindustrialización de la dictadura militar. Y luego sus heroicos restos fueron despedazados por los ajustes de la década del ’80, la hiperinflación del 89/90 y, si algo quedaba, por la nueva apertura económica de la década menemista.

Sin embargo, nunca la desaparición, obviamente, llega a cero. Y, después de la devaluación del 2002, y en particular desde la retórica del gobierno de Kirchner, empezó a escucharse nuevamente el discurso de un nuevo ’modelo’ de desarrollo con eje en una supuesta burguesía nacional. Pero los números no parecen darle la razón este tipo de relatos. Y cada par de meses los titulares de los diarios nos despiertan con la ’extranjerización’ de otra marca argentina.

Algunos números

En 1993 el 44% de las 500 empresas ’líderes’ que operaban en el país eran de capital extranjero. Ello ya reflejaba el agudo proceso de desindustrialización y quiebre de firmas locales antes citado. Y también lo que empezaba, vía las privatizaciones, a ser una ’ola’ de entrada de capital extranjero. Hoy, luego de varios años de una cierta ’sustitución de importaciones’, los números son terribles : el 72% de las primeras 500 empresas pertenecen al capital extranjero. En 1993 había 25 empresas nacionales entre las primeras 200 ; en 2000 quedaban 9 y actualmente son apenas unas 5. Si nos remitimos exclusivamente al balance del gobierno de Kirchner, tenemos que durante su gestión se vendieron 438 empresas a un valor de 18.700 millones de dólares.

La lista es escalofriante : pasaron a manos extranjeras naves insignias del empresariado local como Alpargatas, Acindar, Quilmes, Loma Negra, Bieckert y Palermo, frigoríficos como Swift (y otros), Grafa, Gatic, Fargo y la petrolera Pérez Companc. En los 90 fue la era del desembarco español, acompañado por el omnipresente capital norteamericano. Ahora siguen presente los Estados Unidos (a ellos pertenece el 34% del capital invertido en las nuevas adquisiciones) pero la nueva estrella es Brasil, con un aporte del 24% de las nuevas compras.

Si hacemos un balance un poco más amplio, además de los mencionados, los siguientes ’nombres’ clásicos de marcas argentinas pasaron a manos extranjeras en los últimos diez años : Supermercados Disco, Terrabusi, Bagley, Canale, Fargo, Comercial del Plata, EG3, Supermercados Norte, Supermercados Tía, Banco de Crédito Argentino, Banco Río, Bodegas Norton, Trapiche y Peñaflor, y hasta una empresa de telecomunicaciones como Impsat.

Llegan los brasileños

Hay un verdadero desembarco brasileño en el rubro textil : A Alpargatas, que terminó devorada por su ’gemela’ de San Pablo, pero en los hechos fue adquirida por Cabargo Correa, se le suma Paquetá, con su planta en Chivilcoy, que explota las marcas Adidas y Diadora. En realidad, buscan aprovechar la diferencia con el peso argentino para producir barato en el país y luego reexportar y vender al público en Brasil. En el caso de Camargo Correa, su interés no es específico del sector textil, aunque ya antes se habían quedado con Grafa. Pero es la misma firma que, hace un par de años, se alzó con Loma Negra, la mayor cementera argentina. Y que, ’de paso’, se quedó con la concesión del Ferrocarril del Sud.

La presencia brasileña es impactante : en julio del 2002 firmas de ese origen adquirieron el 58% de Perez Companc, segunda petrolera del país. Luego siguió el citado caso de Loma Negra en abril del 2005. Y desde ahí le siguieron el grupo JBS-Friboi que compró frigoríficos como el Swift, el ex CEPA, Consignaciones Ganaderas y Col Car ; por su parte Marfrig se quedó con el Quickfood (dueño de la marca Paty), Estancias del Sur y Maryí. En el 2006, el grupo In-Bev (ex Ambev, ex Brama) terminó la compra ’de a pedacitos’ de Quilmes, que controla el 60% del mercado de la cerveza y a Baesa, la dueña local de Pepsi. Los brasileños también colaboraron en la desnacionalización del negocio del acero : Belgo Minería se quedó con Acíndar aunque hoy, por los ’pases de manos’ de la globalización, la empresa terminó controlada por los españoles.

Si bien norteamericanos y brasileños son los que aparecen como ganadores tanto por número de empresas adquiridas como por millones de dólares en danza, no están ausentes los chilenos (muy activos en las ramas de comercialización, donde va concentrando su poder en los hipermercados) y algunos ’recién llegados’ : la india Arcelor-Mittal (número uno mundial en el rubro siderúrgico) compró lo que quedaba de Acíndar. Incluso hubo rumores en la Bolsa de Buenos Aires que haría una oferta hostil por Ternium, la empresa insignia del Grupo Techint.

¿Por qué se venden ?

La primera respuesta es que son extremadamente baratas en dólares. Y ni que hablar en euros, dada la actual desvalorización de la moneda yanqui en los mercados financieros internacionales. Y, más aún, con un real revaluado en un 40% contra el dólar y el peso argentino, incluso el negocio ’cierra’ si hacemos las cuentas en la moneda brasileña. O sea que la política del peso ’barato’ no tiene necesariamente como saldo un beneficio para la industria local.

El segundo motivo es la propia composición y conducta de la llamada ’burguesía nacional’. Los nuevos ’burgueses’ que aparecen al lado del gobierno no dejan de aprovecharse como siempre de la contratación del Estado (haciéndose ’especialistas’ en ese rubro), como Sergio Taselli o la gente de Pampa Holding. Sus negocios se remiten a ese campo. O, a lo sumo, apareciendo como ’compradores’ en el rubro financiero : si hay un sector donde hubo ’avance’ de capitales argentinos es justa y exclusivamente el bancario : los bancos Patagonia, Macro o Comafi crecieron a expensas de la salida del país del Scottia Bank, del Sudameris y del Societé Generale. Poco y nada (más nada que poco) en el sector industrial. Y las excepciones, los grandes grupos Techint y Arcor, que sí siguen expandiéndose, lo hacen con negocios que ya no están en la Argentina : sus inversiones son en Brasil, Venezuela, México, Canadá o Asia.

Y la tercera causa de la extranjerización es la inacción de un gobierno que, más allá de la retórica, no ha hecho absolutamente nada para frenar esta ola. De hecho intervino una sola vez, cuando se planteó la venta de la Sancor a la francesa Adeco Agro, generando inmensas protestas en los cooperativistas lecheros santafesinos. Ahí sí hubo una serie de movimientos que culminaron con la obtención de créditos y nuevos mercados desde Venezuela que evitaron la venta de la compañía. Pero fue la excepción a la regla.

No existe

La realidad es que no existe una ’burguesía nacional’ interesada en el desarrollo capitalista independiente de nuestro país. No parece serlo nuestra clase empresaria que, luego de beneficiarse con cuanto negocio en las ruletas financieras pasó por nuestras tierras, o vivir del la contratación pública, vienen, desde hace más de una década, optando directamente por desprenderse de sus propios activos físicos. Los trabajadores argentinos nos debemos un profundo debate sobre que sector social será capaz de ponerse al hombro la tarea pendiente de encabezar un proyecto de desarrollo de nuestra economía que, alguna vez, de respuesta a las urgentes y siempre postergadas necesidades populares.

José Castillo es Economista. Profesor de Economía Política y Sociología Política en la UBA. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda).

La Arena / Argenpress. Argentina, 26 de octubre de 2007.

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