Portada del sitio > Imperio y Resistencia > Batalla por la información > Venezuela: después de la « posverdad »... la verdad
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El escritor argentino Carlos Bagnato (creo que también, poeta), me dejó pensando con la historia del mecánico y el tornillito, que cuenta así:
El cuento de Bagnato se me cruzó con el alud de interpretaciones sobre la situación política de Venezuela, y no sé por qué asocié ambas cosas con los versos de un tango de Discépolo :
El mundo… Suele convenirse que, en el siglo pasado, el mundo perdió varios tornillos. Pero a estas alturas, asusta reconocer que uno de los más importantes fue el que perdió, deliberadamente, el publicista estadunidense Edward L. Bernays (1891-1995), inventor de la propaganda moderna.
En la máquina capitalista, Bernays ajustó el tornillo indicado y, desde entonces, la comunicación política dejó de apelar a los hechos fácticos, objetivos, convirtiéndola en mero marketing, predominio de la imagen, sobrecarga de información, hipersonalismo, culto marketinero de la imagen, y el predominio publicitario de poderosos intereses minoritarios.
Nadie estudia ya Propaganda, obra fundamental de Bernays, publicada un año antes de la gran crisis económica de 1929, y libro de cabecera del nazi Joseph Goebbels, aquel ministro de Hitler que en sus páginas aprendió que « una mentira repetida mil veces se convierte en verdad ». O bien, eso que hoy, con eufemística ligereza seudoacadémica, da en llamarse « posverdad ».
En todo caso, los estragos mediáticos de la « posverdad » empezaron en nuestra América cuando las oligarquías ilustradas distorsionaron y, peor aún, silenciaron las causas del genocidio de Paraguay (1864-70). O cuando España instaló en Cuba los primeros campos de concentración (1895-98), modelo de exterminio que los nazis perfeccionaron con resultados conocidos.
En pocos años, la propaganda política hizo que las ideas republicanas de la democracia moderna cayeran en las redes del capitalismo primero, y del socialismo ensayado después, incapaces de integrar sus ideales y principios.
Remedando a Nietzsche, los neoliberales aseguran que « no hay hechos, sino interpretaciones ». Librándose todo, entonces, a la « opinión » de « posverdades » que no pasaban de construcciones ficticias, en las que los activistas seguían repitiendo « puntos de vista », teniéndoles sin cuidado si la realidad los desmentía.
Pensada como instrumento de manipulación, la « posverdad » fue puesta al servicio de la mentira: rumores falsos que se convierten en temas de noticias importantes, « analistas » y « expertos » que manejan percepciones y creencias a través de técnicas que estratégicamente difunden rumores y calumnias (microtargeting), ranking de « motores de búsqueda » basados en lo que un algortimo piensa que los usuarios de un medio quieren.
En suma, nada de lo que, necesariamente, es factual. Y así, las derechas asesinas niegan la lucha de los pueblos, y las izquierdas despistadas le restan legitimidad.
Que la verdad es la única realidad, y viceversa. Posiblemente. No está claro. La verdad y lo real sean « construcciones », y habrá que ver de qué lado nos ponemos cuando aparecen los resultados de tales construcciones.
Están los que con el pretexto de « deconstruir » todo, se olvidan de lo factual, cambiando de valores como de camiseta porque todo les da igual. Y están pueblos como el de la Venezuela bolivariana, que acaba de ajustar el tornillo que al mundo le faltaba, dándonos una gran lección de coraje y dignidad.
José Steinsleger* para La Jornada
La Jornada. México, 2 de julio de 2017