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12 mai 2000

Michael Townley : Ex agente de la CIA relata la conspiración. Un Cóndor al fin desgarrado

 

Por Monica Gonzales
Clarín. Santiago, 10 de Mayo de 2000

La jueza está molesta por la filtración

Confirman que el ejército de Pinochet mató a Prats

"Ya una vez en la Argentina trató de extraditarme por este delito", dijo Michael Townley el 2 de setiembre de 1992, en un hotel de Annapolis, cercano a Washington, a dos policías chilenos. Fue su primer testimonio extrajudicial en la investigación que el juez Adolfo Bañados hizo en Chile sobre la actividad criminal de la DINA, la policía secreta del régimen liderado por el general Augusto Pinochet.

Y Townley es quizás uno de los hombres que mejor conoce los secretos del aparato de terrorismo de Estado que instaló el general Manuel Contreras bajo el mando de la junta militar y que lo convirtió en motor de la Operación Cóndor, la coordinación entre los servicios secretos de las dictaduras del Cono Sur para eliminar disidentes.

Townley se incorporó a la DINA en 1974, al instalarse en Buenos Aires la primera base exterior de los escuadrones secretos al mando del mayor Raúl Eduardo Iturriaga Neumann, jefe del departamento Exterior de la DINA.

El jefe de la red secreta en la Argentina era Enrique Arancibia Clavel, quien huyó de Chile después del asesinato del comandante en jefe anterior a Prats, el general René Schneider, el 24 de octubre de 1970.

Su primera misión fue vigilar a los chilenos que buscaron refugio en la Argentina después del golpe militar de setiembre de 1973 contra Salvador Allende. Uno de los hombres más estrechamente vigilados fue el general Carlos Prats, quien hostigado y amenazado de muerte, decidió salir de Chile.

A pesar de vivir en condiciones de máxima austeridad, y sin contacto político, le negaron el pasaporte chileno con el que esperaba viajar primero a Brasil y luego a Europa.

Prats no quiso viajar con pasaporte argentino. Reivindicó su orgullo de soldado y de chileno. El 30 de setiembre lo vivió junto con sus amigos. Una película, "Pan y chocolate", y luego una sencilla comida para regresar a casa a la medianoche, parar el auto frente al 3351 de la calle Malabia, en Palermo. Fueron los instantes previos a que la bomba activada por control remoto hiciera estallar en añicos los cuerpos del general y de su mujer.

No había luz en la calle. Más extraña fue la aparición de un alto jefe policial pocos minutos después del atentado. El juicio fue una burla, a pesar de que el jefe del FBI, Robert Scherrer, investigó por su cuenta y fijó su atención en Arancibia Clavel.

Este fue detenido en noviembre de 1978, acusado de espionaje en momentos de la cuasi guerra entre la Argentina y Chile por el Beagle. Para evitar lo peor, Arancibia Clavel se declaró combatiente de la "única guerra" : la antisubversiva, abrió un compartimiento secreto en un mueble de su comedor y sacó las copias de todas las órdenes secretas que recibió del cuartel general de la DINA en Santiago.

En 1986, cuando el denodado esfuerzo de Scherrer (que lo llevó en abril de 1978 a detener a Michael Townley) y el de las tres hijas del matrimonio Prats había logrado unir piezas del crimen, el archivo de la DINA de Arancibia, que se hallaba escondido en el archivo judicial argentino, fue descubierto por esta corresponsal. Allí estaban las cartas manuscritas sobre la detención y desaparición de cientos de chilenos y la asociación -con el SIDE, SIE y el Grupo Milicia- para ocultar restos, asesinar a disidentes en Europa y el montaje de una máquina de secuestros (de empresarios argentinos) y muertes en la que participaron el grupo italiano Avanguardia Nazionalista, de Stephano Delle Chiaie, y el grupo anticastrista cubano Cero, de los hermanos Novo.

También fotos, cédulas de identidad y listas de detenidos desaparecidos, chilenos y argentinos, y que tenían la huella del ex subsecretario de Seguridad de la Argentina Héctor García Rey.

La amistad entre García Rey y Contreras está pantentada en una carta que le dirige el primero para que reciba a "Diego Castro", identidad que usaba el mayor Iturriaga.

En 1992, en el marco del juicio en Washington por el asesinato del ex canciller Orlando Letelier, Townley rompió el silencio y ante policías chilenos confesó : "A mediados del año 74, en una reunión con los jefes de la DINA, Pinochet manifestó que el general Prats era un hombre muy peligroso para Chile. Debido a eso y, tengo entendido, por la propia iniciativa del general Manuel Contreras, se le da la orden al brigadier Pedro Espinoza para que se elimine en Buenos Aires al ex comandante en jefe, ofreciéndose 20.000 dólares a un grupo extremista argentino, la Triple "A" o la SIDE (sic). Los argentinos no tuvieron el valor suficiente para matarlo. Ante ello se designa para la misión al jefe exterior de la DINA, el comandante Raúl Iturriaga, que utiliza el nombre falso de Diego Castro y al oficial Armando Fernández Larios. La operación se llevó a cabo con la colaboración de ciudadanos argentinos".

***

UN CONDOR AL FIN DESGARRADO

Por Monica Gonzales
Clarín. Santiago de Chile, 14 de mayo de 2000

Los años 70 han vuelto a invadir las calles de Chile, permeando la memoria colectiva y sacando desde el fondo de la tierra huesos de chilenos olvidados y compartimentos secretos que nos obligan a revivir una de las páginas más negras de nuestra historia : la "Operación Cóndor". Fue en 1974, un año después que se iniciara la dictadura encabezada por el general Pinochet y que derrocó al presidente Salvador Allende, cuando el jefe de su policía secreta (DINA), general Manuel Contreras, concibió un plan estratégico : integrar los servicios secretos de las dictaduras de la región para hacer más eficaz la eliminación sistemática de disidentes. En la mente del obeso general se dibujó un puño extendido -el símbolo de la DINA- que atravesaría la cordillera, ríos y fronteras extendiendo su poder para eliminar en cualquier país del Cono Sur a los disidentes que huían de las dictaduras locales buscando refugio en ciudades hermanas.

El plan, preparado en cuarteles secretos, fue ejecutado con dineros, hasta hoy no cuantificados, sacados de forma más secreta aún, de las arcas del Estado de Chile y de bienes que los agentes de Contreras arrebataban a los prisioneros que arrojaban a otras cárceles también secretas. Muchos de ellos no volvieron jamás a recuperar su libertad y sus cuerpos mutilados fueron enterrados en recónditos rincones también secretos. La primera conexión de los aparatos de terrorismo de Estado se estableció entre la DINA y la SIDE argentinas a partir de la relación que establece Enrique Arancibia Clavel, jefe de la DINA en Buenos Aires con Martín Ciga Correa, militante del grupo nacionalista "Milicia" y a quien se le conoció como el "mayor Mariano Santa María", en el Batallón 601. La red de agentes en Buenos Aires se armó en una oficina clandestina, en el sexto piso de calle Moreno N` 1417, hasta donde llegó el interlocutor argentino. El 2 de setiembre de 1975, el teniente coronel Jorge Osvaldo Riveiro Rawson viajó a Santiago, vía Asunción, con todos los gastos pagados por la DINA, para una estadía en la que se diseñó la primera reunión formal de "Cóndor" y que se llevó a cabo en Chile. Para entonces Contreras ya había dado un paso más : recibió en Chile al príncipe Valerio Borghesse y a Stephano Delle Chiaie, jefes del grupo terrorista italiano Avanguardia Nacionalista. El puño extendido podía llegar hasta Europa. Contreras no se detuvo. Incorporados ya a la red los servicios secretos uruguayos (con el mayor Washington Perdomo Díaz, como figura central) y paraguayos, se abocó a la constitución de una estructura financiera para el ambicioso plan que ya tenía una red de télex las 24 horas del día.

El vuelo del Cóndor dejó una huella macabra y letal y atrajo a otros cóndores. Al equipo se agregaron cubanos del Movimiento anticastrista "Cero" (Virgilio Paz y los hermanos Novo) y finalmente, ya en su última etapa, Albert Spaggiari, jefe de la "Banda de la Alcantarilla" que robó la bóveda del banco francés Societé Générale, en Niza. La impunidad con la que actuaban, los cuantiosos fondos que financiaban sus viajes por el mundo y la infraestructura de la guerra no convencional, los llevaron a idear otras operaciones : el secuestro de banqueros en Buenos Aires. Como cómplices y no víctimas, otros banqueros movían cuentas bancarias con traspasos desde empresas fantasmas armadas por el ex presidente de Panamá Guillermo Endara.

En los años 80 los batallones de Cóndor se desperdigaron. Osvaldo Riveiro se fue de agregado militar argentino en Honduras para actuar en otra guerra no convencional. Manuel Contreras usó su poder para otros fines cuando ya no estuvo a la cabeza de la DINA y siguió apoyando a Pinochet. Los archivos secretos que daban cuenta de una larga nómina de muertos, a buen recaudo. Pero todo cambió cuando Pinochet fue detenido en Londres. Hoy surgen desde la tierra, junto con los huesos de los desaparecidos, las huellas de su cautiverio, sus gritos, los ojos de terror, sus últimas palabras. Esa historia atraviesa las fronteras nuevamente en un vuelo que esta vez no anuncia muerte sino justicia.

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