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El apoyo y la amplia difusión de la Royal Society de Londres a « El origen de las especies. Por medio de la selección natural o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida » de Charles Darwin distaba de ser inocente. Fue uno de los mayores esfuerzos del siglo XIX por instaurar en la conciencia planetaria la apología del dominio imperial de un sistema económico y político sobre otros.
La teoría de la evolución restringió el poder de la Iglesia refutando el creacionismo pero priorizó, en nombre de la neutralidad de las ciencias, conceptos tales como « la competencia por la supervivencia », « la economía de la naturaleza », “« la división del trabajo », « la especialización de funciones ».
Si bien, Darwin envía carta a Kropotkin aceptando que « aquellas comunidades que reúnen la mayor cantidad de miembros que simpatizan entre sí, florecerán mejor y dejarán mayor cantidad de descendientes » ; en sus libros soslaya este y otros aportes similares.
Casi un siglo después que el nazismo practicara su propia versión de la supervivencia de los más aptos, la cultura global insiste en aplaudir genes egoístas y meritocráticos humanos alfa.
Por intencionalidad e ignorancia, la orientación política e ideológica de la sesgada teoría darwinista mantiene su vigencia, mientras investigaciones como las de Kropotkin continúan ignoradas por el gran público.
La manada. La etología, ciencia del comportamiento animal y humano, ha comprobado que en términos de supervivencia, las especies más exitosas son aquellas cuyos miembros colaboran entre sí y practican lo que, en nuestro lenguaje, llamaríamos, solidaridad.
En particular, los mamíferos son interdependientes y entre ellos los humanos, con un largo ciclo de maduración y sin garras potentes ni fieras mandíbulas, solo sobreviven al cuidado de la manada.
La supervivencia de la especie reside en sus lazos.
Los conflictos y tensiones entre el individuo y el colectivo se relacionan con el sistema de pertenencias y los modos de articulación comunitaria que intervienen en la auto-percepción.
La subjetividad es inherente a la condición humana.
Algunos humanos consideran dignos de respeto a animales, insectos, árboles, río y desierto y establecen relaciones armónicas.
Otros, niegan condición de prójimo a personas de sus propias familias y hay quienes viven en permanente hostilidad, estableciendo relaciones de lucha y competencia con cualquiera que pertenezca a distinta religión, clase social, género o nacionalidad.
No solo la percepción es cultural.
También lo es el propio concepto de naturaleza.
La contradicción entre naturaleza y cultura se crea en el intercambio de información entre los miembros de la manada humana y a lo largo de generaciones.
« Pasos hacia una ecología de la mente » (Gregory Bateson). Los grandes centros de conocimiento y los medios de comunicación predican objetividad y al mismo tiempo, privilegian la distribución de referentes y contenidos, intereses y valores que juzgan convenientes o prefieren dominantes.
La novedad es una convergencia global (de los recursos e intereses de las corporaciones tecnológicas y mediáticas) que multiplica el alcance de los estímulos pero conserva el direccionamiento hacia aquellos modelos económicos, éticos y estéticos a los cuales aspira se ajusten millones de subjetividades.
El efecto acumulativo de certezas creadas sobre la base de la lucha por la supervivencia y normas de egolatría, etnocentrismo y xenofobia conduce al debilitamiento de los lazos afectivos e incrementa las enfermedades personales y colectivas.
El miedo y el odio oscurecen las procedencias del tallado de sensibilidades e instalan paradigmas de sentido común.
La estrategia es letal pero perdura gracias a su repetición y sutileza.
El éxito obtenido con productos de consumo (incluso políticos) demanda a sus voceros que se declaren prescindentes y pontifiquen lo contrario.
Por ejemplo, pregonando el fracaso de medios y encuestas en las últimas elecciones norteamericanas y negando que Trump es publicitado, desde hace décadas, en gráfica, por redes y en los programas más populares del cine y la TV.
Por cierto, la vida no solo recorre caminos solidarios.
Sin embargo, el futuro de los seres humanos aún descansa sobre quienes no piensan a sus derechos como meras mercancías, se organizan y ejercen cotidiana solidaridad.
Héroes y heroínas que exorcizan con ayuda mutua los miedos de la manada, construyen conciencia de una ecología común y cuyos “éxitos” jamás son exclusivamente individuales.
Cuando el « Todos juntos » es una mentira, la humanidad no cuenta con equipo sustituto.
Marta Riskin * para Pagina12. La ventana
Pagina12. Buenos Aires, 23 de noviembre de 2016.