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1er septembre 2015

El eterno retorno de Quetzalcóatl I a IV

Lo peor no es la crisis y el derrumbe cíclico, sino la inercia y la inmovilidad.
Jorge Majfud

 

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En Canto Nacional (1973), el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal reconstruye la destrucción y el caos de su pueblo. Este estadio de descenso en el caos incluye un pájaro que en América Central es conocido como justojuez. Su nombre se deriva de su canto : "Setiembre : en las cercas de alambre canta el justo-juez / justo juez justo juez justo juez" (Canto). Para la ciencia, justojuez es heliornis áulica, pero para la tradición reprimida del continente es el ave justiciera, es la serpiente emplumada, Quetzalcóatl y sus múltiples variaciones.

Según la antigua cosmología amerindia -y más allá de las infinitas variaciones a lo largo de este vasto continente- los humanos son responsables de mantener el Cosmos en movimiento. Lo peor no es la crisis y el derrumbe cíclico, sino la inercia y la inmovilidad. La justicia de los hombres y semidioses es el motor del movimiento, a veces armónico y a veces violento, que lleva a un estado de justicia y prosperidad. Lo peor no es el infierno sino la caída del espíritu en la materia, la desacralización de la sangre y el espíritu. Una forma insospechada de esa ontología podemos encontrarla en un escritor tan europeísta como Ernesto Sábato en Argentina. Sábato se distinguió por dos recurrencias en su vida : la renuncia y la fuga, que en fórmulas europeas fue calificado como "crisis". En su literatura el pesimismo es el tono común y en su pensamiento la idea de derrumbe final del mundo que, traducido a los códigos europeos, se expresa como el fin de la Era moderna o el fin de los valores occidentales. Una nueva cultura, no Oriental ni Occidental, ni materialista ni puramente espiritualista "debería dar la escuela de nuestro tiempo. O el mundo se derrumbará en sangrientos y calcinados escombros" (Apologías y Rechazos, 1979).

Como en cualquier héroe mitológico (según la teoría del monomito desarrollada por Joseph Campbell), el nacimiento de Quetzalcóatl está investido con signos trágicos o excepcionales. Quetzalcóatl nace en un mundo de conflictos y, en muchas versiones, de padres enfrentados en la lucha. Con fuertes connotaciones psicoanalíticas, algunas leyendas refieren este nacimiento como producto del erotismo de los opuestos en una lucha. La madre, una guerrera chichimeca descendiente del dios Tezcatlipoca, provoca o desafía al padre, el guerrero Mixcoatl, dejando las armas en el suelo y desnudándose. Mixcoatl igualmente tira sus flechas sobre la guerrera desnuda pero falla todos sus intentos de herirla. Luego el simbolismo se traduce directamente en la acción sexual. Después de una breve fuga por el bosque, el guerrero la posee en una cueva y la embaraza.

El mundo en que nace Quetzalcóatl (Quetzal-Quatl, "serpiente = cóatl ; Cuate = hermano) es un mundo de combates, sacrificios humanos y conflictos permanentes. Quetzalcóatl matará a sus predecesores y revolucionará la sociedad eliminando -temporalmente- una de las instituciones básicas de la cultura mesoamericana : el sacrificio humano. Un período de gran creatividad sigue a esta revolución tolteca, donde prosperan las artes y el conocimiento ; el pueblo de los sabios y de los artesanos, en oposición al más primitivo pero dominante pueblo azteca.

Carlos Fuentes será luego de la misma opinión : "Quetzaolcoatl se convirtió en el héroe moral de la antigüedad mesoamericana, de la misma manera que Prometeo fue el héroe del tiempo antiguo de la civilización mediterránea, su liberador, aun a costa de su propia libertad. En el caso de Quetzalcóatl, la libertad que trajo al mundo fue la luz de la educación. Una luz tan poderosa que se convirtió en la base de la legitimidad para cualquier Estado que aspire a suceder a los toltecas, heredando su legado cultural" (El espejo enterrado, 1992).

El cambio y el florecimiento de la nueva organización debe ser guiada por el hombre-dios, según todas las versiones de la cultura mesoamericana. Quetzalcóatl advierte la amenaza del hundimiento procedente del Este. Pero esta no es sólo la condición psicológica o el destino de un dios con múltiples rostros sino la naturaleza misma del cosmos mesoamericano. Los demás dioses también son conscientes de la inestabilidad en la que se encuentran, por lo que se exigen cada vez más acciones para mantener al sol y la luna en movimiento. Quetzalcóatl es elegido para ejecutar este sacrificio reparador de los dioses. Pero esta acción radical de teocidio no produce el efecto esperado y el Sol no se (con)mueve. Razón por la cual Quetzalcóatl decide autosacrificarse. Podemos deducir la importancia de este dios-hombre por el efecto de su acción, de su autosacrificio : el Sol retoma su camino y de esa forma se produce el nacimiento del la Era del Quinto sol. Todos estos mitos mesoamericanos indican la idea de que la creación del mundo es siempre incompleta. Existe una permanente "duda divina". El resultado no es una visión del cosmos regida por el ritmo y el orden prevaleciendo sobre el caos, sino un modelo revolucionario donde una parte se enfrenta ferozmente a la otra. A cada período de orden sucede un período de revolución que mantiene en movimiento el Universo.

Es significativa la idea de que Quetzalcóatl representa al creador de la nueva humanidad. En la leyenda del Quinto sol, la humanidad es creada luego de cuatro intentos fracasados de los dioses, que se negaban a intentarlo por quinta vez. El hombre nuevo, como en Ernesto Che Guevara (veremos más adelante) es resultado, también imperfecto, de Quetzalcóatl. Según la Leyenda de los soles, la serpiente emplumada restaura la vida humana a través de un viaje del héroe -elemento arquetípico- a las tierras de los muertos. Quetzalcóatl le reclama a Mictlantecuhtli los huesos de los ancestros para hacer una "nueva humanidad". Para ello, el dios de los muertos le pide una tarea imposible : soplar una caracola sin agujero. Enfrentado al engaño, Quetzalcóatl recurre a seres naturales, a los gusanos y las abejas para que perforen la caracola y la hagan sonar. El señor del bajomundo -consecuente con una dialéctica entre hechos y palabras- consciente en entregar los huesos a Quetzalcóatl, pero ordena a sus sirvientes detenerlo. Quetzalcóatl desafía al señor de la muerte verbalmente e intenta escapar del infierno. Pero los demonios crean un abismo donde cae y muere, rompiendo los huesos. Su doble lo regenera y así puede escapar del abismo. Pero los huesos están rotos y Quetzalcóatl debe dárselos así a su consorte, Cihuacoatl-Quilaztli, quien los pone en su mortero de piedra y los muele. Quetzalcóatl sangra su pene sobre ellos (la idea de que el alma humana descendía del cielo al vientre materno es propia de la cultura tolteca), de donde nace un niño varón y cuatro días después una niña. De ellos desciende la humanidad, la nueva humanidad.

Quetzalcóatl y Ernesto Che Guevara

Cuando finalmente Quetzalcóatl logra la hazaña de crear una Nueva humanidad ("el Hombre Nuevo"), ésta también resulta imperfecta. La idea de "las cosas resultaron bastante mal", según David Carrasco, es algo común en la cultura religiosa mesoamericana anterior a la colonización europea. Pero Quetzalcóatl de Tula, otra variación más humana mismo mito, es sobre todo un organizador social ; suprime la institución del sacrificio permanente sacrificando a las deidades anteriores e inaugura un tiempo de equilibrio material y espiritual.

Por esta razón, para el paradigma preeuropeo Quetzalcóatl es el símbolo de la autoridad legítima que es capaz de un orden creador en un mundo inestable y amenazado por la inercia de la materia. El rechazo a la codicia europea del oro, real o simbólica, es un principio que pasa por Tupac Amaru y llega hasta Ernesto Che Guevara. La colonización europea confirmará la percepción del poder político como una fuerza injusta y usurpadora, hasta convertir a toda forma de autoridad, como en el humanismo más radical, en ilegítimo. Pero esta idea ya angustiaba al mismo poder de Moctezuma en México tanto como al de Atahualpa en Perú. Y a todo usurpador de Quetzalcóatl/Viracocha, el justiciero.

Ya en la época de Chololan, Quetzalcóatl es reconocido como el dios de las masas, el que es capaz de integrar la gran estructura social. Sólo más tarde, en la imperial Tenotchitlán azteca -como Jesús en la imperial Roma de Constantino- es posible que se haya convertido en el dios de la clase alta. El retorno de Quetzalcóatl descubre la atmósfera de inestabilidad cósmica y de inferioridad cultural que marcaron la capital azteca, Tenotchitlán, desde su fundación.

La repetida idea de un imperio ostentando un poder ilegítimo surge, de forma muy particular, del poder mismo. Para revertirla, los aztecas recurren a la conmoción psicológica. En una ocasión invitan a representantes de pueblos vecinos a presenciar masacres rituales, como forma de sostener su poder mediante el terror de la fuerza. Esta política contuvo pero también potenció las energías de una rebelión que fue aprovechada por los españoles. Moctezuma, consciente de la ilegitimidad histórica de su imperio, ante la ilusoria llegada de Quetzalcóatl (Hernán Cortés), abandona el gran palacio y ocupa uno menor, en espera de la verdadera autoridad, la subyugada Tula. Con Moctezuma se da un hecho incomprensible para la historia de Occidente pero que nos revela un rasgo interior de la cultura mesoamericana : un gobernante que ostenta el poder absoluto y renuncia a él por una conciencia moral de ilegitimidad, por su propia mala conciencia. Lo que nos da una idea del significado prioritario del terror sagrado que unía al mesoamericano con el cosmos.

Quetzalcóatl no es el dios creador del Universo, sino un donador de la humanidad, como Prometeo, que da a los hombres y mujeres las artes, el conocimiento y los alimentos. Es decir, un reparador del caos o un servidor ante la necesidad natural del mundo. No es un dios que castiga a su creación, sino un dios limitado y frágil que lucha ante la adversidad en beneficio de una humanidad que ha sido castigada de antemano por fuerzas superiores. Pero es también un hombre concreto, la autoridad legítima, una autoridad máxima capaz de ordenar, regular y dar prosperidad a un pueblo permanentemente amenazado por el cosmos y por la violencia imperial de los dioses guerreros.

Si el mito o la voluntad de Prometeo es una herencia de la cultura ilustrada de Europa que se opuso o criticó la empresa Europea de conquista y colonización, el mito o la voluntad de Quetzalcóatl-Viracocha es la herencia de las masas populares que resistieron, se impusieron y dieron forma a la mentalidad de un continente que comparte más que un idioma. Según Carlos Fuentes, en El espejo enterrado (1992), Quetzalcóatl se convirtió en un héroe moral, como Prometeo ; ambos se sacrificaron por la humanidad, les dieron a los mortales las artes y la educación. Ambos representaron la liberación, aún cuando ésta fue pagada con el sacrificio del héroe. El mismo Carlos Fuentes advierte este equivalente en dos pinturas del muralista mexicano José Clemente Orozco, una en Pomona Collage en Claremont, California y la otra en Baker Library en Dartmouth Collage, en Hanover. En la primera Prometeo simboliza el trágico destino de la humanidad y en la segunda Quetzalcóatl, el inventor de la humanidad que es exiliado al descubrir su rostro y deducir de él su destino humano, es decir, de alegría y dolor. Orozco sintetiza las dos figuras en un solo hombre pereciendo en la hoguera de su propia creación, en el Hospital Cabañas de Guadalajara.

También Jesús, como muchos otros, es dios-hecho-hombre. Pero a diferencia de Prometeo y Quetzalcóatl, Jesús es el único sobreviviente como protagonista de una religión viva. Los otros dos -ésta es una de las tesis centrales que ya desarrollamos en el espacio de libro- permanecerán en el inconsciente o en la cultura con la misma actitud, encarnada en los escritores comprometidos de la Guerra Fría o las revoluciones poscolonialistas, desde Ernesto Che Guevara hasta los teólogos de la liberación. Para estos últimos, fundadores de un movimiento teológico profundamente latinoamericano, el Jesús reivindicado no es el institucionalizado por la tradición imperial sino el Jesús ejecutado por el poder político, el (hijo de) Dios que se hizo hombre para ayudar a la humanidad oprimida por la religión y el imperio de la época, el Dios-hecho-hombre que desciende a la humanidad para impregnarla del conocimiento que la rescatará de la esclavitud. Según el códice Vaticano, "y así Tonacatecutli -o Citinatonali- envió a su hijo para salvar al mundo…" Esta salvación es una penitencia y un autosacrificio. También para la tradición cristiana, Jesús es el único gobernante legítimo que, como Prometeo y Quetzalcóatl, es cruelmente derrotado como individuo y como circunstancia, pero esta derrota significa la promesa de un regreso y el establecimiento de una nueva era de justicia, precedida por el caos final, por la distopía.

Si en el ciclo de la liberación humanista la conciencia precede al compromiso (I) y ésta a la acción (II), en Quetzalcóatl la conciencia es posterior a la creación de la nueva sociedad (III) y del Hombre nuevo (IV). Tanto Prometeo como Quetzalcóatl son hombres-dioses derrotados, porque su rasgo humano impone un grado de imperfección y de injusticia por parte de los dioses superiores (Zeus, Mictlantecuhtli, Tezcatlipoca). En ambos, como en Jesús, el simbolismo de la sangre es central, porque es el elemento más humano entre los elementos del universo -como el oro lo es del mundo material, desacralizado- contra los cuales debe luchar permanentemente para sobrevivir, para ascender a un orden superior o para evitar el caos, la destrucción final.

Pero si los humanismos de Prometeo y de Quetzalcóatl tienen elementos en común, también se oponen, reproduciendo la cosmología mesoamericana de los opuestos en lucha que crean y destruyen : Prometeo desafía la máxima autoridad para beneficiar a la humanidad. La historia del humanismo, como vimos, a partir del siglo XIII europeo integra una conciencia histórica de progresión, igualdad y libertad en el individuo-sociedad que se opondrá de forma radical al tradicional paradigma religioso basado en la autoridad y la decadencia de la historia según los cinco metales. El humanismo de Quetzalcóatl, si bien significa un desafío a los dioses superiores e inferiores en beneficio de la humanidad, su destino está marcado por la fatalidad de los ciclos y por su propia dualidad, por la acción heroica y la renuncia del exilio. Las autoridades destructivas son reemplazadas por otra autoridad, el hombre-dios que periódicamente es derrotado y sacrificado por fuerzas superiores. Como Ernesto Che Guevara.

De Kukulcan a Ernesto Che Guevara

La actitud del conquistador español fue la actitud del corregidor, institución que procedía de la Reconquista y se ejerció en la colonia. Los grabados de la época y las crónicas no son ambiguas : el corregidor tenía el poder social y lo ejercía con violencia física y moral. El corregidor creía o decía entender que el indígena se corregía moralmente con violencia al mismo tiempo que era explotado como un esclavo. El opresor se justificaba por las deficiencias morales e intelectuales de sus oprimidos. A su vez, los oprimidos recibían esta moralización y la hacían suya.

En este escenario es comprensible que todo un continente esperase su regreso del hombre-dios, el justiciero Quetzalcóatl/Viracocha para poner fin a la furia del cosmos. Pero Cortés no era Quetzalcóatl y los amerindios tardaron poco en descubrirlo. El falso Mesías era otro azote del Cosmos que recibieron con resignación y sacrificio, siempre a la espera del regreso del verdadero. Esta memoria del fuego fue combatida durante siglos con el fuego del conquistador. No desapareció sino que se refugió en las profundidades del inconsciente colectivo. En su lugar, como sobre los cimientos de los templos antiguos, se levantaron las iglesias, se levantó la conciencia intelectual de la América criolla : el ritual católico de la colonia y el humanismo ilustrado de los inventores de las nuevas repúblicas. El peruano José Mariátegui observó que "los dominicos se instalaron en el templo del Sol, acaso por cierta predestinación de orden tomista, maestra en el arte escolástico de reconciliar el cristianismo con la tradición pagana" (7 ensayos, 1928). Será en el siglo XX cuando Prometeo y Quetzalcóatl, en una dualidad creadora y destructora, aparecerán enmascarados en la cultura ilustrada, en la literatura de los escritores comprometidos.

Las tres divinidades descendidas en la naturaleza humana prometen el regreso. Prometeo engaña a Zeus, el dios que ejerce su poder como un tirano arbitrario. Jesús es traicionado. Quetzalcóatl es traicionado por los otros dioses que le revelaron su rostro humano. Jesús, como Quetzalcóatl, es sustituido por falsos mesías. La usurpación de Hernán Cortés es doble : arrasa aldeas enteras en nombre de Jesús mientras es visto como Quetzalcóatl que regresa. El sexo no representa la unión sino la violencia del conquistador. "Por la justicia no se asimiló el español las razas conquistadas, sino por el sexo ineludible" (José Martí, 1893). Como los dioses que engendran a Quetzalcóatl, este encuentro sexual incluye la guerra pero no el amor, de donde nace otra vez la nueva humanidad. Esta vez no es Quetzalcóatl que regresa, sino un impostor. La autoridad y la realidad son así doblemente ilegítimos. Sólo el regreso del verdadero dios-hombre y su sacrificio podrán remediarlo. (Otros personajes míticos de la cultura mesoamericana comparten las características de Quetzalcóatl. Kukulcán, por ejemplo, domina la vida cultural en Chichén-Itzá en el siglo X y desaparece más tarde como Quetzalcóatl.)

Si vamos más lejos aún, al otro gran imperio americano, el inca, encontraremos a Viracocha, dios que poseía múltiples representaciones y, probablemente, múltiples formas de ser. Pero la dualidad es común y se puede resumir, al igual que el dios mesoamericano, en (1) un dios superior, creador del Cosmos y (2) un dios humano, un dios ordenador del caos del mundo. Como Quetzalcóatl, Viracocha abandona a su pueblo marchándose hacia el océano, pero no hacia el Oriente sino hacia Occidente con la promesa de volver. Viracocha no es un dios único y creador sino "el que señala el lugar adecuado para cada cosa y el momento en que cada uno lo debe ocupar" (Manuel Burga, 1988), es decir, una suerte de gran arquitecto y, al mismo tiempo, el gobernante legítimo.

Por su parte, Viracocha en Perú aparece con la misma dualidad de Quetzalcóatl, siendo al mismo tiempo creador del mundo (salido del lago Titicaca) y "héroe cultural". Como en la cosmogonía mesoamericana, la creación no es única sino que está precedida de intentos fallidos. Después que Wira-Kocha crea el mundo y "ciertas gentes", en una segunda aparición convierte a esta gente en piedras. Crea el Sol, la Luna y un arquetipo de seres humanos en diferentes lugares de la tierra. Luego se retira hacia el océano y desaparece. Como en Mesoamérica, el mundo antiguo del Perú se construía y destruía por la oposición de dos fuerzas en lucha.

Las tragedias de Moctezuma y la de Atahualpa también son paralelas, aunque los separen miles de quilómetros y diez años. Los une una cosmogonía similar, el sentimiento de la ilegitimidad de sus poderes y, como consecuencia, la misma historia de derrota.

Al morir Huayna Cápac, el imperio inca quedó dividió en dos hermanos : al norte en Quito, en manos de Atahualpa, y al sur en Cuzco, en las de Huáscar. Pero Atahualpa entra en guerra con su hermano y lo derrota. Como los aztecas en México, los incas formaron un imperio sobre distintos pueblos andinos. Cuando Pizarro llega a Perú, el imperio estaba dividido por luchas fratricidas. Esta misma idea del poder cuestionado por el oprimido pero también por quien lo ejerce, se acentúa con la disputa de Atahualpa sobre su hermano, ante él y ante los habitantes de la gran capital, Cuzco.

Poco hacía que Atahualpa se había convertido en la autoridad máxima cuando comenzaron a llegar signos inquietantes. Cada uno, como el paso de un cometa, eran anuncios para Atahualpa de una catástrofe.

Coincidentemente, los mensajeros del imperio comienzan a llegar con noticias de Viracocha, que regresa por el mar. "Huamán Poma indica, lo que ha podido ser una idea consensual en las creencias campesinas de su época, que a la muerte de Huayna Cápac y durante sus funerales en el Cusco se descifró la profecía que había sido mantenida en secreto durante muchas generaciones : unos hombres vendrían del mar (cocha) a conquistar el imperio" (Burga). Eduardo Galeano, en Las venas abiertas de América Latina (1971) recuerda y de alguna forma confirma la profecía popular según la cual los mismos incas que quisieron aprovecharse de la plata de Potosí se encontraron con una advertencia quechua : "no es para ustedes ; Dios reserva esas riquezas para los que vienen de más allá".

El 5 de enero de 1533 un soldado analfabeto, Hernando Pizarro, llega a la "mezquita" de Pachacámac y profana públicamente el santuario. Enterado del regreso de Viracocha, Atahualpa espera a los hombres-dioses en Cajamarca y los recibe. Los españoles no encontraron ninguna resistencia militar sino lo contrario : al igual que en México, fueron recibidos como enviados divinos. En un atardecer, en una confusión que no duró más de media hora, Pizarro y sus hombres atacan la plaza central y capturan a Atahualpa. Poco después deciden ejecutarlo en el garrote, el 26 de julio de 1533, con la excusa de castigar al asesino de Huáscar, el legítimo emperador, y prometen devolver el poder a la antigua nobleza. Pizarro designa sucesor a Tupac Huallpa. Luego a Manco Inca, descendientes de Huayna Cápac. Más tarde hace correr el rumor de que el cuerpo de Atahualpa había sido incinerado. De esa manera los españoles procuraban desterrar las esperanzas mesiánicas que parecían despertarse entre los nativos en contra de los intereses de la nobleza indígena y la soldadesca invasora.

El indio Huamán Poma de Ayala se declara cristiano pero insiste en marcar la diferencia moral basada en la codicia (del naciente capitalismo europeo), como defecto principal, que lleva a la destrucción del mundo. Dirigiéndose a los lectores españoles, escribe : "ves aquí en toda la ley cristiana no he hallado que sean tan codiciosos en oro y en plata los indios, ni he hallado quien deba cien pesos ni mentiroso, ni jugador, ni perezoso, ni puta ni puto […] y vosotros tenéis ídolos en vuestra hacienda, y plata en todo el mundo" (1615).

En esta cosmovisión amerindia (como en los escritos de Ernesto Che Guevara, el último Quetzalcóatl) subsiste la idea de que el poder no es mera cuestión de fuerza muscular sino de fuerza moral, aunque sea una moral discutible por otros pueblos y otras mentalidades. Tanto Atahualpa como Moctezuma sufren de la mala conciencia de su poder ilegítimo y por eso son derrotados.

La motivación de riquezas rápidas en el Nuevo Mundo nunca deja de ser una prioridad en las acciones de los conquistadores. Las repetidas invocaciones a la evangelización aparecen en primer lugar, pero pueden leerse como justificaciones morales de objetivos entendidos como pecados capitales por la tradición cristiana. Tanto Cortés como Pizarro, resuelven su mala conciencia -basada en la codicia y la necesidad de fama- con la adaptación de la religión a sus acciones, no de sus acciones a la religión o a su conciencia, como lo muestra Cortés en sus años de madurez. Es decir, aunque motivados por la religión, quizás como atenuante moral, no son creyentes en el grado que lo eran los pueblos amerindios que actuaron y se dejaron derrotar por sus cosmovisiones. Y también se revelaron según esta tradición de Quetzalcoátl, aunque nunca con la suficiente fuerza como para inaugurar una nueva era.

El oro y la sangre

Cuando la democracia de Atenas es cuestionada por los otros pueblos que la rodeaban, sus embajadores argumentan que el reclamo de justicia era propio de los vencidos, ya que nunca nadie había esgrimido antes este argumento cuando pudo tomar algo por la fuerza. Por lo tanto -no sin paradoja-, era justo que Atenas fuese un imperio. (Tucídides)

Diferente, entre los pueblos amerindios -como en Che Guevara, en contra de la lógica marxista-, subsistía la idea de que el poder no es mera cuestión de fuerza sino de moral. Tanto Atahualpa como Moctezuma sufren de la mala conciencia de sus poderes ilegítimos y por eso son fácilmente derrotados por un puñado de ambiciosos aventureros de la nueva Europa. En lo que sigue de la colonización, para Amerindia la codicia del mundo material será uno de los valores contrarios a la moral y, por ende, al poder legítimo.

Creo que podemos resumir más de cinco siglos de historia latinoamericana con esta dinámica cósmica o semiótica : el elemento principal de la codicia, de la ilegitimidad, del mal del mundo disfrazado de belleza, es el oro ; el elemento opuesto, la sangre. Si la sangre mueve el mundo, el oro lo destruye desacralizando la sangre, que es el espíritu del Cosmos.

La idea que equipara el oro al favoritismo de Dios será propia de la ética calvinista y en casos de la práctica católica, aunque no de su teología. Los incas y otros pueblos sometidos por los españoles, comenzaron a comprender que los hombres-dioses no podían ser Quetzalcóatl ni Viracocha, ya que carecían de las virtudes morales del gobernante legítimo. Su mayor defecto, la ambición de riquezas. Huamán Poma de Ayala describe a los europeos como bestias codiciosas : "Cada día no se hacía nada, sino todo era pensar en oro y plata y riquezas de las indias del Piru. Estaban como un hombre desesperado, tonto, loco, perdidos el juicio con la codicia del oro y la plata. A veces no comía con el pensamiento de oro y plata. A veces tenían gran fiesta, pareciendo que todo oro y plata tenían dentro de las manos". Eduardo Galeano recuerda una anécdota de Humboldt que, en 1802 demostraba la persistencia del oro-pecado entre la población indígena. Astorpilco, un descendiente de incas, "mientras caminaba le hablaba de los fabulosos tesoros escondidos bajo el polvo y las cenizas. ’¿No sentís a veces el antojo de cavar en busca de los tesoros para satisfacer vuestras necesidades ?’, le preguntó Humboldt. Y el joven contestó : ’Tal antojo no nos viene. Mi padre dice que sería pecaminoso. Si tuviésemos las ramas doradas con todos los frutos de oro, los vecinos blancos nos odiarían y nos harían daño’" (Venas, 1971). Otra historia popular cuenta, según Carlos Fuentes, que José Gabriel Condorcanqui -Tupac Amaru- en 1780 se rebeló contra la autoridad española, capturó al gobernador y "puesto que los españoles habían demostrado semejante sed de oro, Tupac Amaru […] lo ejecutó obligándole a beber oro derretido" (Espejo, 1992). Abusando del mismo simbolismo, en 1781 los españoles diseñaron al rebelde una muerte ejemplar, cortándole la lengua primero -quitándole la palabra-, tratando luego de despedazarlo tirando en vano de sus extremidades por cuatro caballos, hasta que decidieron degollarlo. Luego cortaron manos y pies debajo de una horca inútil. Juan Gelman, en Exilio (1984), entiende que "Europa es la cuna del capitalismo y al niño ese, en la cuna, lo alimentaron con oro y plata del Perú, de México, Bolivia, Millones de indios americanos tuvieron que morir para engordar al niño".

El pecado nace de la sangre del indio y crece, como los dioses españoles llegados del mar, comiendo oro y plata.

Una de las tesis centrales de Las venas abiertas de América Latina (1971) -la referencia al oro y la sangre es implícita desde el título- puede resumirse en una frase que establece una continuidad del ritual profano que produce el sangrado : "Cuánto más codiciado por el mercado mundial, mayor es la desgracia que un producto trae consigo al pueblo latinoamericano que, con su sacrificio, lo crea". En 1957, en Colombia, "el baño de sangre coincidió con un período de euforia económica para la clase dominante : ¿es lícito confundir la prosperidad de una clase con el bienestar de un país ?" (Venas).

Para América Latina, la profanación principal, subyacente en la tradición narrativa, escrita y oral, ha sido la venta de sangre, la desacralización del sacrificio por la explotación materialista. Quienes entienden al beneficio económico como objetivo y principal motor de cualquier empresa, no podrán comprender aquello que llamarán irracionalidad de un pueblo salvaje. Por otra parte, este pueblo no ha articulado aún un pensamiento propio que considere este factor interior, reemplazándolo históricamente con ideas europeas, como el liberalismo en el siglo XIX y el marxismo o el neoliberalismo en el siglo XX. En 1968, Mario Benedetti entendía que "el desarrollo no es en sí mismo una calidad moral. […] el mundo del subdesarrollo (que es a su vez víctima y dividendo del mundo desarrollado) no sólo debe crear su ética en rebeldía, su moral de justicia, sino también proponer una autointerpretación de su historia" (Revolución). En el siglo XX, la desacralización del mundo material, la explotación de la tierra, la fiebre del oro, estarán resumidos en la cultura popular que se produce en el centro del capitalismo mundial.

El análisis de Ariel Dorfman sobre El pato Donald de Walt Disney, además de apuntar a los valores ideológicos de la historieta, revela el punto de vista histórico latinoamericano : el mundo colonialista de Disney no sólo cumple con una función opresora, sino que además representa la desacralización del cosmos : la ambición del oro, representada hasta su extremo en Tío Rico, que trivializa la vida humana y hace de la naturaleza un mero objeto de explotación. Se excluye el amor, observan Ariel Dorfman y Armand Matterlart. La concepción de la existencia está basada en la desacralización y la trivialización, resumida en el siguiente diálogo. "’¡Bah, el talento, la fama y la fortuna no lo son todo en la vida’" -dice Donald-. ’¿No ? ¿Qué otra cosa queda ?’, preguntan Hugo, Paco y Luis al unísono. Y Donald no encuentra nada que decir, sino : ’Er… Humm… A ver… Oh-h’" (Donald).

En su libro Persona non grata (1973) el chileno Jorge Edward recuerda a Fidel Castro en la Universidad de Priceton y más tarde el ofrecimiento de un millón de dólares por parte de un productor de Hollywood por la odisea del Granma y de Sierra Maestra. Fidel rechazó diciendo que no le interesaba el dinero. Eso revela, dice el autor, la actitud norteamericana ante la Revolución cubana. Para quienes defendieron la Revolución, la anécdota revela la actitud revolucionaria ante la cultura materialista del mercado. Se decía que Ernesto Guevara firmaba los nuevos billetes cubanos simplemente "Che", como una forma de desdén al valor material del dinero. De forma explícita lo puso en un discurso : la sociedad revolucionaria todavía no había alcanzado el estado de liberación del salario y el orden derivado de la circulación del dinero (Obra, 1967).

De la misma forma que la impronta de moros y judíos sobrevive la limpieza étnica y cultural desde Fernando e Isabel, de igual forma los ritos, el arte y los mitos más profundos de la América precolombina sobrevivirán en el continente mestizo.

En la cosmología amerindia, la muerte del mártir se convierte en victoria moral y, por lo tanto, en memoria y ejemplo contra el poder ilegítimo por la codicia. Incluso un emperador originalmente cuestionado como Atahualpa se convertirá en ejemplo de resistencia, como más tarde, una vez derrotado el ambicioso imperio español en el contexto mundial, "lo hispánico" resurgirá como la fuerza contraria al materialismo norteamericano. El oro, otra vez, al ser desacralizado se convierte en el símbolo del mayor pecado. La sangre de América Latina se convierte en mercancía y, por lo tanto, en el mayor sacrilegio, en el defecto moral de oprimidos y opresores. Resistir este pecado es un mandato moral y se mide con un sacrificio que a veces llega al ofrecimiento de la sangre propia. Un poeta cuya militancia lo llevó a la muerte, como Francisco Urondo, había revelado este sentimiento en sus versos : "nada / nos hará retroceder : le tenemos más miedo al éxito que al / fracaso".

(Continúa)

Jorge Majfud
Lincoln University, Noviembre 2008

*Adelanto adaptado del libro del mismo nombre (Jorge Majfud, 2009)

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