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18 mars 2004

Kirchner y Lula firman un nuevo acuerdo sobre deuda y Mercosur

 

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Ambos presidentes cenaron en el Copacabana Palace, en Río. Hoy mantendrán una reunión de trabajo. Cooperación por la deuda externa y día de la amistad entre la Argentina y Brasil en una agenda marcada por las necesidades políticas.

Por Martín Granovsky
Desde Río de Janeiro

Mick Jagger. Jean Paul Sartre. Simone Signoret. Natalie Wood. Estos son algunos de los huéspedes que pasaron por el Copacabana Palace, el hotel más hermoso de Río de Janeiro. Desde anoche se sumaron a la lista un presidente argentino y su mujer. Néstor Kirchner y Cristina Kirchner, sin embargo, no pudieron aprovechar la vista maravillosa del mar, en buena medida por la lluvia y en buena medida por trabajo : el tiempo útil fue ocupado por una cena con Luiz Inácio Lula da Silva en la que los dos presidentes se felicitaron por el triunfo del socialismo en España y se comprometieron a un intercambio permanente de información sobre la suerte de cada uno en los organismos multilaterales de crédito.

Como es natural, la derrota humillante de José María Aznar no estará en ninguna declaración. Los gobiernos no suelen regodearse en público con los desastres ajenos. Pero esta misma mañana, cuando Lula y Kirchner vuelvan a encontrarse ya oficialmente, pactarán un mecanismo de cooperación sobre todo en la actuación de cada país ante el Fondo Monetario Internacional.
Desde que Kirchner lo propuso a Lula, hace casi un mes en Caracas, el gobierno brasileño fue madurando la idea y pasó del escepticismo del canciller Celso Amorim a un compromiso cada vez mayor del propio presidente brasileño.

Hasta ahora, Brasil aparece ante el establishment financiero internacional como un alumno más disciplinado fiscalmente que la Argentina, aunque la diferencia verdadera sea que la Argentina pasó por el default y Brasil no.

El problema de Lula es que, en su primer año de gobierno, Brasil no creció. Y, más aún, no tuvo chance alguna de redistribuir ingresos o de implementar planes sociales de alcance revolucionario.

Tal como informó este diario el último domingo, el Partido de los Trabajadores, que hegemoniza el gobierno, está empezando a reconocer públicamente que, si comer caca es obligatorio, a veces, cuando se está en el poder, ya nada obliga a elogiar su sabor. El PT, claro, lo dijo de otro modo. Expresó que apoyará al gobierno de Lula cuando éste emprenda una política económica de crecimiento y distribución y no solo de estabilización y combate a los desbordes inflacionarios que amenazaban la economía a comienzos del 2003.
El PT produjo ese pronunciamiento no a nivel de espontáneos militantes de base sino desde los líderes de las bancadas estaduales y federales de legisladores. Imposible suponer que se trató de un gesto de rebeldía y no de una actuación con guiño desde el Planalto, la Casa Rosada brasileña.

En el último trimestre del 2003, el ritmo de crecimiento solo llegó al 1,5 por ciento.

En el primer trimestre de este año, que termina a fin de mes, el Producto Bruto Interno no crecerá más que un 0,8 por ciento, y los pronósticos para todo el 2004 trepan al 3 o 3,5 por ciento.

Un dato pinta la urgencia del PT por resistir cualquier erosión política, que por otra parte aún no alcanzó a Lula. El Movimiento de los Sin Tierra anunció que retomará la toma de tierras.

Si entonces, en términos políticos, el desafío de Brasil es cambiar de política económica sin default, o sin cataclismo, el acercamiento a la Argentina aparece revestido de una doble importancia. Por un lado, sumar un aliado regional a una necesidad de presencia internacional cada vez más protagónica. Por otro, coordinar con ese aliado la presión sobre los organismos de crédito.

La Argentina no tiene que sobreactuar para hacerlo. Está en medio de su negociación con los tenedores de bonos, a los que Kirchner no sigue prometiendo otra cosa que un pago del 25 por ciento. Y a la vez enfrenta al FMI, convertido en lobbyista de esos tenedores y en gerente financiero de los países ricos del Grupo de los Siete, que integran los Estados Unidos, Francia, Alemania, Japón, el Reino Unido, Italia y Canadá. Con el FMI deberá discutir, en mayo y en septiembre, cuánto superávit fiscal destinado a pagar deuda reserva en el 2005 y el 2006.

"Yo ya sé que parte de mi trabajo permanente es tensar fuerzas para cada negociación y negociar después en las mejores condiciones", dijo Kirchner en privado a uno de sus colaboradores, según éste lo refirió a Página/12 con pedido de reserva de su identidad.
En la cena con Lula de anoche estuvo presente el agradecimiento al presidente brasileño por las gestiones de elogio a la Argentina ante José María Aznar, Jacques Chirac, George Bush y Gerhard Schroeder. A todos, de paso, Lula les pidió que revisaran la posición de sus países para que no se considere gasto, o sea déficit fiscal, a las inversiones en infraestructura, con lo cual la necesidad de superávit fiscal sería menor.

Kirchner repitió a Lula su convicción, cada vez más sólida en los últimos meses, de lo que él mismo llamó "fortalecer mucho el tándem con Brasil".
El Presidente llegó al Copacabana Palace mucho antes que Lula, a las siete de la tarde. Solo los motociclistas de la policía lograron que el tránsito infernal de Río a esa hora permitiera tocar Copacabana en un plazo razonable. La comitiva no tomó el camino tradicional de la linha vermelha, la línea roja de los mapas, que también es el más peligroso por el tiroteo cruzado de los narcos que dominan las favelas próximas al complejo olímpico de Maré, que algunos aquí llaman "nuestra franja de Gaza". Lula viajó desde Brasilia.

Los dos tuvieron suerte. La tormenta que castigaba a Río demoró algunos vuelos de líneas comerciales. En el caso del Tango-01, solo alcanzó a sacudirlo con cierta violencia veinte minutos antes del aterrizaje.
Lula sufrió una pequeña decepción. A la entrada del hotel, una construcción arenada en blanco situada casi en el centro de la bahía, a un costado del Pan de Azúcar, policías federales en huelga reclamaban aumento de salarios. La policía federal es un cuerpo de élite. Los cantitos decían haber votado a Lula. Los policías se preguntaban si no se habían equivocado en hacerlo.

En Brasil, como en la Argentina, el voto es secreto.

Esta mañana, cuando sesionen los funcionarios y se reúnan formalmente los presidentes en un largo almuerzo, quedarán estipulados algunos temas que este diario adelantó en exclusiva el domingo :

 Se fijará el 30 de noviembre como día de la amistad entre Brasil y la Argentina, en recuerdo del encuentro que mantuvieron los presidentes Raúl Alfonsín y José Sarney en Foz do Iguaçú un 30 de noviembre de 1985. Sarney, un viejo caudillo estadual, es hoy presidente del Senado y suele contar a sus amigos que él ve liderazgo de Lula para rato.

 Se comprometerán a adelantar el acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, que de esta manera quedará listo cuando aún el arreglo con el Area de Libre Comercio de las Américas es una discusión a largo plazo. Amorim dijo ayer que "en abril tendremos una idea clara de cómo serán las ofertas de cada una de las partes, pero lo macro ya está arreglado y queda la sintonía fina en detalles como la lista de productos que tendrán beneficios arancelarios". En el caso del Alca, en cambio, la posición brasileña es restringir las negociaciones solo a la parte de acceso a mercados, reducción de tarifas y eliminación de barreras no arancelarias. Quedarían afuera temas como servicios, compras gubernamentales, inversiones y patentes. Esta misma semana se reunirán Amorim y el norteamericano Peter Allgeier, copresidentes del Alca. Amorim dijo ayer a O Globo que además los Estados Unidos no quieren negociar un acuerdo con Mercosur. Si no es bilateral, "ellos solo quieren el Alca".

 Y anunciarán la designación de un funcionario permanente de la cancillería brasileña en la Argentina y otro de la cancillería argentina en Brasil.

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