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21 juillet 2017

Según un informe, Francia desplaza a EE.UU. y a Gran Bretaña en la clasificación de Estado con capacidad de influencia.

Francia con Macron lidera el poder blando

par Eduardo Febbro

 

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El presidente francés es hoy el niño mimado de los medios y de los think tanks estadounidenses. En 2016 los Estados Unidos de América de Obama encabezaba el « Soft Power » : hoy la de Trump malgastó ese « privilegio » y lo recuperó Macron.

Francia le sacó a Estados Unidos y Gran Bretaña el privilegio de ser la primera potencia mundial del « Soft Power » al mismo tiempo que la Argentina perdió su lugar en la lista de las 30 naciones que lideran la clasificación del SoftPower. En estos estrechos dos meses de mandato, la presidencia de Emmanuel Macron, el anti modelo absoluto de Donald Trump, empujó a Francia hacia la cima de las potencias coloniales y militares que, paradójicamente, mejor encarnan ese « Soft Power » que designa la capacidad de influencia y de persuasión de un Estado, de sus actores políticos, económicos y culturales en el tablero internacional. La clasificación fue elaborada por el University of Southern California. Center on Public Diplomacy y la consultora Portland  [1] y remite a un concepto inventado en los años 90 por el politólogo estadounidense Joseph Nye, ex subsecretario de Estado bajo la presidencia de Jimmy Carter y Secretario adjunto a la Defensa de Bill Clinton.

Hasta el año pasado, Francia ocupaba el quinto lugar en esa lista, detrás de Canadá, Alemania, Gran Bretaña y Estados Unidos. La renovación de la imagen de Francia que plasmó Macron a través de la derrota del populismo gris de la extrema derecha en las elecciones presidenciales, la habilidosa diplomacia presidencial, las narrativas políticas recombinadas y los esperpentos que tiene alrededor, Trump en los Estados Unidos y la Gran Bretaña del Brexit, explican esta distinción por demás paradójica en su conjunto.

Resulta una ironía que potencias mundiales que tienen miles de tropas desplegadas (hay 30 mil soldados franceses en operaciones exteriores), que bombardean regiones como Irak, Siria o Mali, que asesinan con drones a su antojo, que manipulan los mercados financieros internacionales, hacen lo que les da la gana con los precios de las materias primas, subvencionan deshonestamente sus productos, vician los mercados internacionales y recurren a las peores artimañas y a todo tipo de presiones para someter a los demás países puedan ser las campeonas del « poder blando ». Sin embargo, esta realidad central no le quita ninguna pertinencia al concepto de Joseph Nye porque a partir de él los Estados reconfiguraron la percepción de su poder de influencia y, sobre todo, su comunicación política.

La clasificación comprende 30 Estados « influyentes » y en ella, este año, sólo figura un país latinoamericano, Brasil, el cual pasó del puesto 24 en 2016 al 29. En 2016, la Argentina estaba en la trigésima posición, que ahora perdió en beneficio de Turquía. Chile, Argentina y México aparecen como outsiders en la trigésima segunda, trigésima tercera y trigésima cuarta posición y representan, según el informe, una « promesa » de SoftPower para el futuro (Informe completo en inglés : Soft Power 30. A Global ranking Soft Power 2017). El informe aduce que el éxito de países como Argentina y México dependerá de sus progresos « en zonas débiles como las empresas y la gobernabilidad ». Los autores explican que si bien en 2016 la Argentina entraba entre los 30 Estados SoftPower « respaldada por la elección de Mauricio Macri y una ola de positividad », ahora la Argentina podría « mejorar su atractividad en el plano económico y cultural con un enfoque más activo de la empresa y el gobierno » afín de « superar su estancamiento ».

Emmanuel Macron es hoy el niño mimado de los medios y, sobre todo, de los think tanks US. Occidente inventa y distribuye sus premios entre los amigos. La idea del SoftPower surge del libro «  Bound To Lead : The Changing Nature Of American Power » publicado en los años 90 por Joseph Nye en oposición frontal ante el « hard power  » y las teorías declinistas que circulaban en ese entonces, promovidas sobre todo por gente como Paul Keneddy. El poder blando se opone al concepto de poder duro y sus ejes forjados en la fuerza y en coaliciones militares, políticas y económicas. Es su exacto contrario. En los 90, en pleno auge de las teorías sobre el ocaso de la potencia estadounidense (los declinistas) Joseph Nye cambió el patrón de la medida. Según su libro Bound to Lead, y el que publicó en 2004 (« Soft Power » el SoftPower es, en su conjunto, la influencia cultural de una sociedad, su atractividad social, su imán. Es, en suma, Steve Jobs, Hollywood, el rock, la literatura, la comida, las nuevas tecnologías, Facebook o la Silicon Valley. A Nye se le ocurrió la idea brillante de integrar esos valores en la concepción del poder de persuasión y, a partir de allí, afirmó que no había ningún ocaso sino que, más bien, la potencia, el poder, había cambiado de canal. Nye transformó para siempre la noción meramente binaria del poder, el palo y el algodón. El politólogo explicó que gracias a su diplomacia, al prestigio, a la capacidad de comunicar -el ya famoso « story telling » [Narración]–, a los discursos atractivos, a su masa inigualable de ofertas culturales los Estados Unidos no sólo mantenía todo su poderío intacto sino que, además, gracias a su SoftPower era perfectamente capaz de atraer aliados y influenciar las decisiones internacionales.

En el informe anual « The Soft Power 30 » la Universidad de California del Sur y la consultora Portland colocaron así a Francia a la cabeza de esa clasificación, delante de Gran Bretaña, Estados Unidos, Alemania y Canadá. En 2016, eran los Estados Unidos de Barack Obama la que lideraba el Soft Power. En 2017, la de Trump malgastó ese privilegio y lo recuperó « el dinamismo aportado por la elección de Emmanuel Macron ». Los autores del informe se basan sobre una serie de criterios y datos extraídos de seis categorías : gobernabilidad, cultura, educación, compromiso global, empresas, campo digital, y en un sondeo que toma en cuenta la percepción de los turistas. Con todo, reconocen que el salto francés es producto de una combinación de accidentes que van desde el caos del Brexit, el triunfo del tumultuoso twittero boxeador ignorante de Donald Trump y su piedra filosofal « America First » y la misma victoria de Macron en las presidenciales de abril y mayo de 2017. En este sentido, en el informe el mismo Joseph Nye comenta que « el anhelo de Donald Trump de que Estados Unidos pase primero que nada sigue dinamitando el SoftPower estadounidense ».

Argentina salió en 2017 de la clasificación de los 30 donde figuraba en 2016. En la sección dedicada al país ( Soft Power and public diplomacy in Latin America : A view from Argentina Pag. 78), el autor, Tomás Kroyer (Coordinador en el Ministerio de Relaciones Exteriores), se muestra elogioso con el gobierno de Macri y lo que llama « su diplomacia de apertura » a todas las regiones del mundo así como con sus objetivos, los cuales, escribe, « suscitaron un fuerte respaldo a escala mundial durante los primeros 18 meses del mandato ». Con todo, hay algún camino que recorrer, al igual que para el conjunto de América Latina. El capítulo sobre Argentina es de un paternalismo consensual y baboso que se pierde en generalidades, recomienda « la comunicación, la transparencia y el dialogo » y la « integración de las nuevas tecnologías ». Tomás Kroyer afirma que la Argentina está « en el buen camino » para izarse como « una nación moderna, una nación diplomática con vocación numérica del siglo XXI ». El señor parece ignorar que esa ha sido la vocación del país y que, fuera de episodios ya lejanos o crisis puntuales, ningún país de América Latina persiguió objetivos coloniales, estrategias de dominación militar o se dotó de fuerza suficiente para invadir el planeta. Más bien, su historia es la de una víctima de los apetitos coloniales de Occidente.

El SoftPower es, al final de cuenta, la capacidad que detenta un Estado para llegar a sus fines, o sea, imponer sus intereses, sin hacer uso de la fuerza. Sería una suerte de colonialismo soft cuya práctica es, desde el siglo XVII, una de las grandes especialidades francesas. A través de su idioma, de su cultura, de su universalismo, de su cultura igualitaria, de la filosofía de las Luces o de la ideología revolucionaria, Francia propagó su capacidad persuasiva a la par de sus expediciones coloniales. El concepto quedó desde entonces grabado en la narrativa nacional : « le rayonement de Francia » (el resplandor). En su inigualable « Guía de París » publicada en 1867, Victor Hugo ya distinguía la existencia de un poder duro y otro suave, de un poder del dinero y otro de las ideas. Allí, el autor de Los Miserables escribió : « Alrededor de París, la monarquía pasó su tiempo construyendo murallas y la filosofía pasó el suyo destruyéndolas. ¿Y cómo lo hizo ?. A través de la simple irradiación de las ideas. No hay potencia más irresistible. El resplandor es más fuerte que una muralla ».

Eduardo Febbro corresponsal en París de Página 12

Página 12. Desde París, 21 de julio de 2017.

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Raquel San Martín para La Nación

La Nación. Buenos Aires, 4 de enero de 2015

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