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17 avril 2017

Elecciones en Francia « Votar FN es racista, hay que llamar al racismo por su nombre »

par Rafael Poch de Feliu*

 

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En la primera vuelta de las elecciones francesas del próximo domingo hay cuatro opciones con posibilidades de victoria, algo completamente nuevo

Hay que constatarlo : después de tanto temer un debate tedioso sobre identidad y emigrantes, en la campaña presidencial francesa se está hablando mucho de política real. Los temas del gusto de la ultraderecha han sido marginalizados. Los franceses han preferido concentrarse en lo social, las recetas económicas, Europa, la política exterior. En la primera vuelta del próximo domingo hay cuatro opciones con posibilidades de victoria, algo completamente nuevo.

Discípulo de Emmanuel Todd y figura habitual en los debates mediáticos, el politólogo Thomas Guénolé (París, 1982) es profesor de la Sciences Po de París y de la Universidad Panthéon-Assas. El año pasado publicó el libro La mondialisation malheureuse (La mundialización desgraciada).

La campaña confirma que la francesa es una sociedad muy politizada.

Los franceses detestan a los políticos, pero adoran la política. Es una población muy politizada que habla mucho de política. Muchos análisis afirman que los franceses se han derechizado. No estoy nada de acuerdo con eso. Creo que se radicalizan cada uno en su espectro : los de derechas son más de derechas, pero los electores altermundialistas cada vez lo son más… Y los racistas, también.

¿Cómo ve las cuatro ofertas en liza ?

Es lo que llamo la cuatripolarización de la vida política. Hay cuatro bloques. Uno altermundialista que va a votar Mélenchon. Un bloque promundialización y abierto hacia las minorías, tanto magrebíes como LGTB, que votará Macron. Otro bloque promundialización, pero hostil a las minorías, los conservadores de Fillon. Y finalmente hay un bloque que es nacionalista y racista que va a votar a Le Pen.

No todos lo que votan FN son ultraderechistas y racistas…

Lo son. En eso estoy de acuerdo con Emmanuel Todd, que dice que la gente del gran sur de Francia, del Mediodía, no tiene ninguna excusa para votar al FN, porque ni viven en una zona industrialmente deprimida, ni sus ingresos son bajos, así que deben ser juzgados como lo que son : puros racistas antiárabes. Respecto al electorado del FN del norte, los obreros más pobres y precarios del norte, se podría decir que votan FN por desesperación, pero, perdone, podrían optar por la igualdad, la redistribución de riqueza y contra la finanza. Sin embargo, la mayoría prefiere golpear a quienes son más débiles, más precarios y más pobres que ellos, los emigrantes y los árabes… Hay que dejar de buscarles excusas.

¿Hay un aumento del racismo en Francia ?

Se expresa con circunloquios y alusiones. En lugar de decir los « franceses de origen magrebí », dicen « los musulmanes », o « los emigrantes ». Dicen « el islam no es compatible con la República », o « Francia debe defender sus raíces cristianas » en lugar de decir, « tengo un problema con la gente de origen magrebí ». Eso es racismo. Y el hecho de estar al lado de los pobres y precarios no debería impedir afear la conducta de los sectores populares racistas.

¿Asistimos a una revuelta general contra las élites ?

Sí, pero hay diferentes contenidos. Hay una revuelta racista y hay una revuelta altermundialista que defiende el proteccionismo, la redistribución de la riqueza y una transición ecológica. En cualquier país se encontrará usted con esa dualidad. La mundialización desgraciada empuja a cada vez más gente hacia el precariado : gente que no sabe dónde estará socialmente el mes que viene. En muchos países ricos eso afecta a la mayor parte de la población. En Francia, el precariado representa la mitad de la población.

¿Entonces, por qué no ganan ?

Porque la oferta está dividida entre la revuelta altermundialista y la revuelta racista. Cuando quien aplica el programa de la mundialización desgraciada es un partido de izquierdas pasa una de estas dos cosas : o bien hay un cambio de liderazgo en el partido y sube un altermundialista –como en el caso de Corbyn, y casi en el de Sanders– o bien el partido se hunde y es superado por otro a su izquierda : es la dinámica de Podemos en España, Grecia y de la casi totalidad de América Latina. En algunos países gana la oferta racista (Hungría, Estados Unidos), en otros gana el altermundialismo, el Brasil de Lula, Bolivia, Ecuador… Un factor que decide en un sentido u otro es si el país ha sufrido una experiencia reciente de dictadura de derecha o de izquierda. Si la tuvo de derecha, la revuelta se inclina hacia el altermundialismo, el caso de España, Grecia, Portugal o Sudamérica con sus dictaduras militares. Cuando por el contrario la experiencia es de dictaduras de izquierda (Europa del Este), entonces la oferta altermundialista no llega a nacer y es la extrema derecha la que dirige la rebelión. En países donde no ha habido ninguna de esas dictaduras, el caso de Estados Unidos, Francia o el Reino Unido, los dos vectores aparecen. Creo que eso es lo que está pasando.

¿Puede ganar Mélenchon ?

Cualquiera de los cuatro puede estar en la segunda vuelta. Y si uno de los dos finalistas es Le Pen, el ganador será siempre el otro. Así que hay una posibilidad de que el candidato altermundialista gane : si su adversario en la segunda vuelta es Marine Le Pen. En mi opinión, es el único caso. El elemento decisivo es el electorado central, y el único caso en el que ese segmento votaría por un candidato altermundialista que le produce miedo en términos como redistribución de riqueza es si su adversario es la candidata racista. Esto contradice lo que suele decirse desde la izquierda de que « siempre preferirán a la extrema derecha que el cambio », pero es así y hay que decirlo en su honor : sólo la mitad de la derecha optaría por Marine Le Pen, la otra mitad o se abstendría o hasta votaría por Mélenchon.

Rafael Poch* Corresponsal en París

La Vanguardia. Barcelona, 17 de abril de 2017

* Rafael Poch, Rafael Poch-de-Feliu (Barcelona, 1956) ha sido veinte años corresponsal de La Vanguardia en Moscú y Pekín. Antes estudió historia contemporánea en Barcelona y Berlín Oeste, fue corresponsal en España de Die Tageszeitung, redactor de la agencia alemana de prensa DPA en Hamburgo y corresponsal itinerante en Europa del Este (1983 a 1987). Actual corresponsal de La Vanguardia en París.

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