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22 février 2006

El capitalismo y el fin de la humanidad.

par Joel Sangronis Padrón

 

En la clausura del Foro Social Mundial que se llevó a cabo en Caracas en el pasado mes de enero, el Presidente Chávez alertó sobre los peligros que acechan a nuestra civilización y a buena parte de las otras formas de vida que existen en nuestro planeta de mantenerse el brutal ritmo de destrucción que el capitalismo ha impuesto al ecosistema terrestre en los últimos 500 años.

Desde su aparición a finales de la edad media, la cultura de la dominación, la explotación y el crecimiento sostenido, paradigmas del capitalismo, se han extendido no solo sobre la naturaleza sino también sobre los hombres.

Es necesario detenerse a reflexionar un instante sobre las aterradoras cifras de destrucción que desde hace medio milenio, y sobre todo en los últimos 50 años, el capitalismo ha infringido a las reservas mundiales de bosques tropicales, peces y mamíferos marinos, agua dulce, biodiversidad y tierras fértiles, entre otras ; analizar los severos efectos que sobre el clima y las condiciones naturales propias del hábitat terrestre (capa de ozono, clima mundial, etc), al igual que la cada vez más amplia brecha entre la minoría que detenta el poder, la riqueza y la opulencia y la enorme mayoría de la población mundial que sobrevive en medio de pobreza y privaciones a la vez que intoxicada por el aparato ideológico del capitalismo mundial que diariamente, a través de los medios masivos de transmisión de información, recalca que el american way of life es la meca hacia donde debe enrumbarse todo proyecto de vida, que consumir y desechar es sinónimo de vivir, que tener significa "ser", condiciones estas últimas necesarias para mantener en funcionamiento el aparato productivo sobre el que descansa este sistema de organización económico social.

Es ya harto conocido que no existe posibilidad alguna que mil doscientos millones de chinos y mil millones de indios, por nombrar tan solo a dos países, puedan llegar a alcanzar los niveles de consumo y derroche que ostentan las sociedades norteamericana y europea occidental ; sin embargo, los indicadores macroeconómicos de estas sociedades se incrementan a un ritmo arrollador, quemando y destruyendo en su avance ingentes cantidades de materias primas y de naturaleza, tal y como en su momento hicieron (y aun
hacen) los norteamericanos y los europeos. A estas sociedades no se les puede culpar por esta forma de asumir la búsqueda de bienestar y mejores condiciones de vida pues en casi todo el mundo se ha llegado a la convicción de que el capitalismo, ahora con su nuevo ropaje neoliberal, es el único camino posible, la única vía hacia ese eufemismo denominado desarrollo, que no es otra cosa que la concentración de riqueza y activos ambientales y humanos en un corto período de tiempo en una escasa porción de la humanidad.

Cada año miles de africanos subsaharianos intentan acceder al paraíso prometido que para ellos significa Europa. En nuestro continente, se cuentan por decenas de miles los mexicanos y centroamericanos que exponen sus vidas intentando ingresar a los Estados Unidos a través de la frontera con México. Otros latinoamericanos lo intentan a su vez por distintos caminos pero casi siempre con igual mala suerte.

Para proteger sus privilegios y su riqueza los gobiernos de los países ricos están levantando muros cada vez más altos, cada vez más extensos, que en nada se diferencian (salvo en la cobertura mediática) del ingratamente recordado muro de Berlín.

Cada vez más se incrementan los gastos multimillonarios del mal llamado primer mundo dirigidos a impedir el ingreso a sus territorios de "aliens", de extranjeros, de esas masas humanas que huyen de la miseria y la desesperanza que este propio sistema por medio de la rapiña, el pillaje y la explotación de sus sociedades y riquezas les ha generado.

Quizás lo más trágico y contradictorio de esta situación sea el hecho de que el sistema capitalista a la par que saquea las riquezas de los países pobres a través de nuevos instrumentos de despojo como la deuda externa, el neoproteccionismo, el intercambio desigual, los programas de ajuste de las economías del sur del mundo y otros, genera en las masas empobrecidas de estos países la convicción de que su mundo, su cultura, su historia y su sociedad no sirven, que la felicidad, el progreso, el bienestar y la belleza se encuentran de forma natural solo en el seno de las sociedades europea y norteamericana.

La propia naturaleza perversa, hedonista y suicida del modelo capitalista hace que estas sociedades muestren con arrogancia, soberbia y envanecimiento la opulencia y el lujo que 500 años de saqueo y pillaje sobre los ecosistemas y pueblos del mundo les ha permitido acumular, convirtiéndolas en un imán irresistible para las masas empobrecidas del sur del mundo.

Esta ostentación casi obscena de su poder y riqueza, difundida permanentemente por su industria cultural (holliwood, TV, medios en general) tiene como finalidad, como ya bien lo apuntaba Gramsci, demostrar su superioridad, imponer su hegemonía sobre el resto de pueblos y culturas del mundo, para así asegurar el control y dominio que su solo aparato militar no puede garantizar.

Otro mundo es posible…. ¡Tiene que serlo !. El ecosistema terrestre, incluyendo por supuesto a la especie humana, no soportará por muchos años más el modelo bajo el que actualmente vivimos. Como bien predijo Rosa Luxemburgo la disyuntiva bajo la que se moverán la sociedad humana en este siglo XXI es Socialismo o Barbarie, barbarie que en forma de guerras de saqueo de recursos naturales, cambio climático, darwinismo económico social y rompimiento de equilibrios socioecológicos que ya estamos presenciando.

Aporrea. Martes, 21 de febrero de 2006

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